Lo primero es lo primero

Hay tantas cosas que extrañar cuando uno vuelve de un viaje tan lindo y lleno de cariño.

La familia es irremplazable y aunque uno ponga el hombro para no sentir tan seguido la ausencia de ellos es difícil lograrlo. Tenemos la suerte de estar rodeados de mucho amor y eso es demasiado importante. Sin embargo este post quiero dedicarlo a la abuelita Anamari, la abuela de Carlos, quien en nuestra estadía en Viña del Mar, nos recibió todas las tardes en su casa. Todos los días que estuvimos en la casa de mis suegros llegando las 4 de la tarde partíamos a la casa de la abuelita, siempre nos recibió con los brazos abiertos y contenta de ver a mis hijos disfrutando de esos mismos rincones que hicieron disfrutar a dos generaciones anteriores.

Cada vez que pudo levantarse y ir a sentarse al patio con nosotros lo hizo sin problemas, contenta de ver a los niños manejar sus bicicletas, correr sin parar, recargándonos de los rayitos de sol que nos regalaba el verano. La tía Dari, el tío Pato, la tía Tere, la tía María Isabel, la Tatel, la Margarita, René nos acompañaron cada vez que podían, haciéndonos sentir de lo más bienvenidos. Por esto Gracias y mil Gracias.

Ah! no puedo olvidar la hora del té, donde mis hijos parecían unos hambrientos esperando el "el pan DE palta" como dice Carlitos. Muchas veces yo me aprovechaba que los niños estaban a ahí para salir a vitrinear o hacer algún trámite, claro que al igual que ellos trataba de llegar justo para disfrutar en familia ese rico té.